Descubriendo a Vilma (Versión editada)

Combativa, fuerte, directa y atrevida es como podríamos describir a Vilma Granda en pocas palabras. Ama de casa dedicada a sus hijos, divertida para los amigos y comprensiva para los hermanos.
En las fiestas, bailaba como un trompo y era muy coquetona al vestir, comenta su hermano Eli. Tenía dos pelucas afro, gustaba usar minifaldas y zapatos de tacón. Esto no pasó desapercibido por Agustín quien vivía a unas cuadras de su casa en su época de soltería y la veía pasar por su casa a diario. Gracias a la ayuda de un amigo mutuo, quien los presentó, él se hizo de su novio.
“Ella estudiaba de noche, allá por año 75, cuando la conocí”, comenta su esposo. Por esa época Agustín andaba en moto y a Vilma no le agradaba y no dudaba en decírselo. “Guarda tu artefacto”, recuerda que le decía a Agustín. Sin embargo, aclara que al final le agarro gusto a ese artefacto.
Por esos años su madre estaba en el hospital y Vilma se quedaba a dormir con ella. Agustín se ofreció a llevarla en la moto por lo que ella le agarró gusto, lamentablemente por esas fechas ya estaban recién casados y Agustín decidió vender su moto y hasta ahí le duró el gusto.
Su primer hogar de casados fue un departamento en el centro de la ciudad, pero a Vilma no se le hizo buena idea para criar a sus hijos. Agustín consiguió una pequeña casa en las afueras de la ciudad, alejado de la inseguridad del centro Lima.
David, el mayor de sus hijos recuerda que lo regañaba constantemente por culpa de su hermano menor, Tin, quien siempre lo metía en problemas. Sin embargo, su mejor recuerdo es el apoyo que recibía de Vilma y la unión que ella significaba para la familia. Después de David y de Tin llegaron sus hijas Carolina y Alejandra, en ese orden.
Directa para dar consejos, dice la mayor de sus hijas, una mujer atrevida y con mucho valor, añade. “Ella siempre preparada nuestros antojos”, dice Caro, rebautizada así por su madre. Todos los que la conocen coinciden en lo acertado del comentario ya que la cocina era uno de sus mayores pasiones o quizá fue el complacer a sus seres queridos o simplemente estar al pendiente de ellos ya que también le gustaba la costura y más de uno llegó a usar ropa hecha por ella.
Los muchachos ya eran grandes y Vilma no podía dormir sin que sus hijos estuvieran dormidos ya que las llegadas tardes no faltaban en casa. Siempre había un interrogatorio después de la fiesta, pero era una conversación de amigos no de acusados y acusadores.
Luego del nacimiento de su última hija, a Vilma se le diagnosticó un cáncer uterino de carácter terminal. Al principio Vilma no mencionó nada a su esposo, pero él luego se enteró a través de sus doctores, quienes le recomendaron evitar cualquier tratamiento, ya que sería en vano y sólo disminuiría su calidad de vida.
Pero como dice Caro, la mayor de sus hijas: “Se apegó a la vida por sus hijos e intentó cambiar su suerte”. Las cirugías y los tratamientos de quimioterapia no se hicieron esperar, pero los esfuerzos fueron en vano. “El cáncer avanzaba como si no hiciéramos nada”, recuerda su esposo Agustín.
“Me encantaba irla a recoger al hospital. Me pasaba por toda la sección de oncología hasta encontrarla”. Recuerda Tin durante esos tres años en que Vilma combatió su enfermedad. Nunca mostró debilidad, ni miedo. “No sabe con quién se ha metido el cáncer”, le mencionó alguna vez a su hermano Edwin y hasta con humor lo tomó. Una vez le preguntaron cómo te sientes y ella respondió: “bien... jodida”.
En su último mes de vida, las llamadas y las visitas no paraban. David, su primogénito, quien para esa época residía en Estados Unidos llamaba casi diariamente. La impotencia era terrible y Edwin no dudo en decir “tenemos que verla morir sin hacer ni mierda”. Los días previos a su fallecimiento todos estaban muy preocupados, tristes y molestos, recuerda Caro.
Un lunes Vilma entró en un estado irreconocible en ella, su fuerza y valor se habían perdido. En su última visita en vida, un miércoles recuerda Tin, “estaba a solas con ella, cerré los ojos y dije – por favor, llévatela”. Esa noche Vilma falleció de un paro respiratorio un 21 de agosto del 2003.
Según sus instrucciones, Vilma fue cremada y velada en el mismo cementerio donde yace su madre. Actualmente su urna está ubicada en una repisa especial en la sala de su casa junto a una bendición papal que le consiguió la hermana de Agustín.
“La mitad de mi vida se fue con ella”, dice serenamente David. “Para mí, todavía está en Perú; sólo que no tiene teléfono”. Definitivamente Vilma Granda marcó la vida de muchas personas, su fuerza y valor son tomados por sus hijos para seguir adelante. Agustín todavía la sueña joven y alegre; con la fuerza que siempre la caracterizó.

Comentarios

Paola Susan ha dicho que…
Sabes Agustin nunca me centre en saber detalladamente lo que paso ni yo ni nadie ...solamente esperabamos tenerte para darte nuestro apoyo incondicional poder abrazarte recuerdo era nuestro mayor deseo aquel dia Tu desapareciste...
me encanta como has ayado la manera de describir a tu linda madre y tienes mucha razon siempre fue una luchadora sacando garra por ustedes ...la historia de tus padres al inico me encanto es facil de imaginar muy bien planteado.. Te Felicito Amigo

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