Anna

Me gusta caminar, sobre todo al atardecer. Empiezo en el parque que esta frente a mi casa y sigo por un calle larguísima que llega a un bulevar que tiene un vista hermosa del mar. Aquel camino me lo mostró hace mucho un … digamos amigo, por ahora.
Pero esta historia no es sobre caminos, quisiera que fuera de amor, sabes. Pero tampoco lo es, es de vida. Ya sabes, dulces y amargos, idas y vueltas.
¿De eso se trata todo esto? Suspiro, respiro... uno, dos, tres y escribo.

En fin, te decía que esta historia es parte de mi vida y empezó cuando acabé mi caminata hacia el mar.
Cuando llegue vi a mi ¨amigo¨. De acuerdo, a quien engaño. Lo ame en su momento. No, no fue amor. Como que le agarre cariño. Qué digo, ni que fuera un perro que me encontré en la calle. Lo importante que debes saber es que nada paso entre nosotros.
La última vez que lo vi fue hace como seis o siete años antes de que falleciera.

Él se fue del país y simplemente perdimos el contacto. A veces nos decíamos, jugando, que cuando regrese andaríamos juntos y así. Pero, pues uno crece y simplemente te das cuenta que la vida continua.

Al verlo fue... que te digo. ¿Me quede estúpida? Si, eso explica de mejor manera mi estado en ese instante. Pensé, qué demonios haces aquí y sobre todo ¡por que no me llamaste!
Así que me calme. Ya saben: suspiro, respiro... uno, dos, tres.

Me senté un momento a pensar lo que le diría. Así que me acerque a él y le dije: Ya te habías tardado. Le quite el tarado que pensé originalmente, para no herir susceptibilidades. Sabes que soy una dama y no quería sonar vulgar.

¿Cómo has estado?

Le quede mirando un rato. Hace años que no lo veía, pero sabía que algo en su mirada no estaba bien.

Yo he estado bien. Buenos trabajos, buenos amantes... de todo un poco. Pero tu no estás bien.

Me senté a su lado, lo miré fijamente: ¿Qué tienes?

Cáncer. Eso es lo que tengo. No te llamé antes, porque la verdad no se que decirte. Básicamente me estoy muriendo.
Dónde te estas quedando?
En la casa de mis padres.

Estuvimos platicando durante horas, fue bastante agradable. Me di cuenta que ambos habíamos tenido una buena vida. (Bueno, el “habíamos” es por él. Yo sigo viva) Perdona mi humor, no puedo evitarlo.

En fin, las semanas siguientes lo fui a visitar a su casa. Estuve con su familia hasta el final. Ayude a su hermana a organizar todo para el entierro. Todo fue muy tranquilo. Ya sabes, no fue nada inesperado y todos esperábamos esto.
El día de su entierro llegaron muchas personas, de muchos lugares en los que él había vivido.
Hicimos una galería con todas las fotos que tenía y videos. Fue muy gratificante ver todo lo que había hecho durante todos esos años de ausencia.

Estaba viendo una foto con su madre y ella me preguntó dónde estaría. Pensé que era el Polo Norte y eso dije. Pero se me acerco un español y me corrigió: esa foto se la tomé en La Patagoni, Argentina.

Después de eso conversamos de él, de la vida y así fue como conocí a tu padre.

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