Padres

Su hijo tenía 3 meses y estaba enfermo.
Ella se hacía la fuerte; quería llorar, gritar, suplicar por la vida de su hijo. Pero no debía, su esposo la necesitaba fuerte. Él temblaba, caminaba a lo largo de la habitación cual fiera encerrada en una jaula.. Su mirada perdida buscaba esperanza donde no la había.
Cuando les dieron la noticia que su hijo había fallecido, ella posó su mano en el brazo del doctor, forzó una sonrisa que buscaba agradecer el esfuerzo. Luego se acercó a la ventana para perderse en el horizonte.
Él dio un par de pasos hacia atrás, se apoyo en la pared y se dejo caer. Aguanto el llanto, su latidos se aceleraron, su respiración era rápida y fuerte. Sus ojos veían a un punto fijo enfocado a nada.
De regreso a casa no se cruzaron palabra o mirada alguna. Ese día murieron tres personas, solo que dos de ellas no lo sabían. Ella se fue a llorar en silencio a su habitación. Él destrozó todo lo que encontró en la pequeña oficina que tenía en casa.
Esa misma noche. fue con sus amigos a jugar cartas como todos los jueves.
- Hombre, cuanto lo sentimos. Nos acabamos de enterar.
- ¿Quieres un café?
Le preguntó una mujer que abrazaba al hombre que le abrió la puerta.
- Vine a jugar cartas, ¿puedo pasar?
- Claro, los demás no tardan.
Cuando el resto del grupo se reunió nadie se atrevió a hacerle preguntas sobre el incidente de aquella tarde.
Fue una masacre, perdió en todas las rondas y nadie podía evitarlo. Sus amigos sugirieron parar el juego, pero él insistió en seguir jugando. Simplemente era un hombre que perdió todo esa noche. Solo trataba de mostrarle al mundo lo destrozado que estaba.
Ella suspiraba sentada en el suelo mientras veía la cuna de su pequeño. El teléfono de la casa sonó, no tenía las fuerzas para contestar. Era su madre, con ese instinto que solo una madre tiene para saber que un hijo la necesita.
Sonó su teléfono celular, reconoció el número.
Un suspiro basto a la madre para saber que había problemas, el llanto no se hizo esperar. Cuarenta minutos después llego la madre.
- Los padres no deben enterrar a sus hijos.
Le dijo a su madre, no se molesto en saludarla o abrazarla. Fue un reclamo: “Los padres no deben enterrar a sus hijos”. Lo dijo entre lágrimas y rabia.
Era una niña que le exigía a su madre que le explicara lo que había pasado, que de alguna manera arreglara sus problema como solía hacerlo.
Quiero a mi hijo de vuelta, pensó. Un pensamiento tan fuerte que buscaba que hasta la misma muerte le llegue.
Lo cierto es que los padres no deben enterrar a sus hijos, pero la vida no esta llena de aciertos y estos dos jóvenes lo aprendieron de la peor manera que se les pudo enseñar.

- ¿ Qué tienes?
- Vamos a ser padres y... ya sabes..
- Vamos a ser los mejores padres.
- Lo se, pero igual estoy nervioso. Es que...
- Es que nada, tranquilo. Ven.
Ella extendió su brazo hacia su esposo. Él se acerco a su esposa, se sentó a su lado, la abrazo y le acarició el vientre.
- Vamos a ser grandes padres.
Le dijo a su mujer.
- Los mejores.

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