Perdidos y encontrados

No se como llegue a sentir lo que siento por Anna. Estoy seguro que no fue amor a primera vista. Recuerdo bien cuando me la presentaron, era mi primer año en la universidad y ella conversaba con Toño.
La verdad no me impacto ese encuentro, me agrado tanto como las otras personas que conocí en esos tiempos. Por esa época Toño, Anna y yo tomábamos las mismas clases, nos juntábamos en la cafetería y nos echábamos la mano con los trabajos.
Cuando me di cuenta que quería tener algo más que simple amistad con Anna, ella salía con un tipo. Lo gracioso es que en otras circunstancias no me hubiese importado, pero de alguna manera respetaba eso. Si ella era feliz con ese tipo; bueno, yo podía vivir con eso pensé.
En el segundo año apareció Sarah y Patricia. No recuerdo si llegaron de otra universidad o si se cambiaron de turno. Pero eso no es relevante, lo importante es que Patricia y Toño empezaron a salir. Sarah no era mi tipo, yo todavía tenía sentimientos por Anna y ella salía con alguien.
No me complique, se me hizo fácil y comencé a salir con Sarah. Cuando empecé a salir con ella, tuve que alejarme de Anna. A cualquier mujer le incomoda que su novio invierta tiempo con su amiga. Por esa época, Anna andaba soltera.
Seamos realistas, yo no tengo amigas más allá que mi madre y mis hermanas. Sarah tenía razón y le di por su lado. Anna desapareció de mi vida... por un tiempo.
En el tercer año yo no salía con nadie y Anna con algún idiota seguramente. Ya no tomábamos las mismas clases, me pase a la noche porque empecé mis prácticas. Sin embargo, comencé a invitarla a salir “como amigos”.
Nos íbamos al cine con frecuencia, platicábamos por horas. La verdad es que me la pasaba mejor que cualquier mujer con la que haya salido antes. Nunca la bese, por ahí un abrazo inocente. Pero al igual que las mujeres, a los hombres nos incomoda que nuestras mujeres inviertan tiempo con sus amigos.
La deje de ver, fue patético; estaba enamorado. Era incapaz de pensar en otra mujer. El día de la graduación, ni se molesto en hablarme. Su novio estaba presente. Luego de la ceremonia me fui a comer con mis padres.
Después de la cena me fui a una fiesta que organizamos en la casa de un amigo. Anna estaba ahí; trate de no prestarle atención, pero me fue difícil.
Pasaron los meses, traté de continuar mi vida sin Anna. Tuve un par de citas divertidas, pero sin futuro. Cinco meses después de mi graduación, mi padre fallece. No quiero ahondar mucho en eso, pero fue un momento difícil de explicar.
Me veía muy bien; conseguí trabajo, salia con mis amigos. Realmente no era yo, no se como sucedió. Simplemente, no era yo.
En fin, es el quinto año de conocer a Anna. No recuerdo bien como nos volvimos a contactar, pero lo hicimos. Las salidas al cine regresaron, al igual que los cafés y ver el atardecer frente al mar. Ella estaba sola y yo también, pero había aceptado irme a vivir al extranjero, por motivos profesionales. Le dije que regresaría en un par de años y una ves más perdí contacto con ella.
El sexto año nos la pasamos conversando por Internet, quejándonos de nuestras malas citas. Era divertido y triste hasta cierto punto. Poco a poco nos fuimos perdiendo en nuestras propias historias. A veces no se conectaba, otras no podíamos platicar por que estábamos trabajando.
En el décimo año regrese, habían pasado siete años desde la última vez que la vi. Lo recuerdo bien, sentados frente al mar. Aunque la verdad es que la última vez fue en su casa al dejarla.
Cuando regresé no sabía si acercarme, no sabía se salía con alguien, si estaba casada, con hijos. No sabía nada de ella. Yo cambie durante esos años y seguramente ella también. Por alguna razón, preferí mantenerme alejado. No quería meterme es su vida, tuve mi oportunidad y no la aproveché. Tuve miedo de ser rechazado, no lo se.
Llámenme nostálgico, patético o como gusten; pero un día di un paseo por la vieja ruta que hacia con Anna. Al llegar al boulevard, me senté a ver el atardecer. De repente, por detrás escuche una voz: “ya te habías tardado”.
Me quedé impactado por un tiempo, no la abrace, ni ella a mi. Fuimos por un café y nos pusimos al día de nuestras aventuras y desventuras. Perdimos la noción del tiempo, incluso el mesero nos indicó que ya iban a cerrar.
Fuimos a mi departamento que estaba cerca y vacío. Me acababa de mudar, así que tendimos una sábana en el suelo, escuchábamos música desde mi computadora y bebíamos en vasos desechables. Hacía mucho tiempo que no me divertia tanto.
Nos dio el amanecer y ella me dijo que ya se tenía que ir. Ya habíamos pláticado por más de 12 horas y era justo el descanso. Pero algo dentro de mi dijo: “no la dejes ir”.
Ella estaba en la puerta dispuesta a irse, yo la tomé del brazo, la acerque a mi y la bese. La bese con toda la intensión de demostrarle lo que sentía por ella. Ella se alejo de mi, di un suspiro agachó la cabeza.
- Creo que ya te he esperado lo suficiente, lo siento.
Me quedé mudo, no sabía que hacer. La vi bajar las escaleras lentamente. Luego recuperé la conciencia, corrí a la ventana y grite:
- Si debo conquistarte de nuevo, lo haré.
Ella rió y se alejo lentamente.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Sabes ami me gusto mucho leer esta historia q d algun modo es sobre nosotros con una pisca d ficcion tipica tuya,m siento tan halagada q guardes esos recuerdos en ti saber q tuve un espacio especial en tu vida, cada vez q m siento algo defraudada o sentimentalment mal entro a leerlo para recordar q le guste a alguien de una manera especial. cuidat mucho tim espero volver a vernos algun dia...JRV

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